Una voz sonó a mis espaldas, una voz que mi cabeza ansiaba volver a oír, esa voz que hacía que mi corazón comenzase a correr dentro de mi pecho. Giré mi cabeza y mis ojos volvieron a brillar, mi corazón continuó aumentando su intensidad y mi respiración también se aceleró. Allí estaba ella junto a mí, un día cualquiera, que prometía ser otro más en mi monótona existencia. Su sonrisa hizo que a mi parecer en cada gota de lluvia se reflejara un nuevo rayo de sol iluminando todo lo que nos rodeaba. Devolví la sonrisa de forma involuntaria e instintivamente los dos comenzamos a andar sin mencionar palabra alguna.
Pasaron horas sin necesidad de hablar, nosotros continuamos andando, ajenos a todo, era suficiente con nuestra mutua compañía y dejar que nuestras miradas dijesen todo por nosotros. Así fue hasta llegar a un precipicio que ninguno pudimos ver; en ese momento caí, ella quedó arriba, diciendo adiós con la mano como si de algo habitual se tratase, y la perdí de vista mientras me sumergía en una profunda oscuridad.
Me desperté bruscamente, fatigado. Entonces ella me dijo:
-¿Estás bien? Parecía que tenías un sueño agradable hasta hace un momento... ¿Qué pasó?
-Todo era genial, caminaba a tu lado hasta que el mundo se desvaneció en una completa oscuridad arrancándome de tu lado...
-Ahora te presentaré yo otro sueño: Vivimos rodeados de sonrisas aparentemente sin sentido, sin nada que nos separe cada noche o por varios días; haciendo una vida al margen de normas que la sociedad cree en nuestra contra. Ese sueño tiene nombre, y se llama: nuestra realidad.
Fdo.: ...